Hasta hace poco mas de tres décadas, anualmente los bancales de secano de todo el municipio se abonaban, labraban, rozaban, se sembraba cebada y trigo, se segaba y trillaba en las eras con machos, mulos o burros.
Todas las familias molían su trigo y obtenían harina para todo el año
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Como lugar de servicio público el horno fue utilizado por toda la vecindad del pueblo hasta finales de los años 60.
Un día por semana, generalmente los jueves, acostumbraba ser el día de horno, una familia y en orden rotatorio se ocupaba de traer leña para el encendido, siendo el alguacil quien se ocupaba de llevar el control de los turnos.
La tarea de palear el pan la efectuaba una mujer, aunque no como oficio, también había rotaciones aunque los plazos eran más largos, su última hornera fue Victoria Sales Gimeno.
El trabajo de la hornera consistía en encender el horno a primeras horas de la mañana, controlar la cocción, organización a lo largo del día y su limpieza.
Por la mañana temprano, en cada casa era preparada y trabajada la masa en una artesa de madera, utilizando levadura del masijo de la anterior hornada guardada en una pequeña orza de barro.
Posteriormente, la introducían en unos canastos de mimbre, revestidos con unos mandiles de lana y sobre estos una tela de lienzo blanca, donde se ponía la masa tapándola con la misma tela.
Una vez trasladado al horno, se dejaba para que fermentara. Durante la época de los fríos de invierno y dado que la fermentación es más lenta, la depositaban sobre la toba ubicada encima del horno para acelerar el proceso.
La experiencia semanal indicaba el momento que esta masa debía ser troceada en forma de pan, generalmente de forma redondeada, se abocaba la masa sobre unos tableros existentes en el horno y se iban formando los panes, a los cuales, cada mujer le hacia sus propias marcas iguales en todos ellos para su posterior reconocimiento, dándoles unos cortes, un pellizco o dos, letras marcadas con una llanta, unos cordoncillos hechos con la misma masa... etc.,
Este momento era utilizado para pagar a la hornera su trabajo, se le daba una parte proporcional por cada pan, de forma que por cada 20 panes la hornera recibía 1 y siempre en masa, a esta porción de masa se le denominaba "la poya"

A continuación los panes se ponían entre los mandiles para mantener la fermentación.
Llegado el momento de introducirlos en el horno, los depositaban sobre unas palas cortas a las que previamente se añadía una fina capa de harina, para que no se pegara la masa y se le entregaban a la hornera, para con una pala más larga los metiera dentro del horno.
Mas tarde, regresaban a recoger sus panes y los guardaban en arcas de madera, tapándolos con mandiles, también eran guardados en tinajas de barro.
Cuando en alguna familia se le acababa el pan pedían a algún vecino... déjame un pan... devolviéndolo en la próxima hornada
Solamente en las fiestas de agosto y Semana Santa, por aquello de los bollos y las monas, el horno funcionaba mañana y tarde, haciendo en primer lugar los panes.
El día de horno era igualmente aprovechado para hacer patatas y cebollas asadas, bollos de higas, nueces, pasas, tomate, cazuela de patatas con bacalao, arroz al horno, boniatos, manzanas, pasteles etc., normalmente los días de horno no se cocinaba en casa.
Por los años 20, la tía
Rosa Gil casada con Celestino Pastor, parece ser que sus habilidades culinarias en lo que al horno se refiere, eran de alta cocina, la variación de sus pasteles y arroces eran todo un dechado de imaginación.
Cuando dejó de hacerse pan en el pueblo, se le compraba al hornero de Ayódar, el autobús por las tardes subía los encargos recibidos. Hoy en día el propio hornero lo sube diariamente alrededor del mediodía.
Pero quienes tuvimos la suerte de comer aquél pan, recordamos su sabor, olor, textura, color. Con el pasar de los días se mantenía igual de sabroso
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Información oral facilitada por Asunción Sanfélix Bayarri

Nota: En Fuentes hubo 3 hornos todos ellos de propiedad privada, a finales del 1800 el Ayuntamiento adquirió para uso común de los habitantes del pueblo él más grande, que era propiedad de Vicenta Gil Badal por el precio de 200pts.
En la actualidad solo queda uno de propiedad privada el cual no se utiliza.
El horno municipal fue desmontado en su totalidad hacia los años 1985-86, no quedando ningún resto del horno, sólo las paredes externas del edificio, se utiliza como almacén municipal, lugar de venta ambulante en verano y local ocasional de fiesta para la gente joven.